01 Nov
01Nov


Que  el ser humano no destine recursos para abastecer de agua a todos los habitantes del planeta, pero si lo haga para buscar agua en Marte, es uno de las tantas obscenidades que retratan la crisis de valores en éste joven siglo XXI.  Las grandes desigualdades se han construido en base a la especulación. En un  artículo titulado “Como usar la crisis para volverte más rico mientras que otros se vuelven más pobres”, Robert Kiyosaky, inversionista de Wall Street, da clases de cómo especular en contextos de economía inflacionaria “jugando el juego del banco”. También allí explica con total naturalidad como “los salarios de la clase media han estado en gran parte estancados. Algunas personas han visto ganancias muy pequeñas, pero no mucho. Desde 1979, los salarios de la clase media subieron solo un 6% y los salarios de las clases bajas bajaron un 5%. ¿Las únicas personas a hacerlo bien? Ganadores muy altos, o los ultra ricos, con un aumento del 41%”En tiempos donde tanto se discute sobre modelos económicos para abordar el problema de la pobreza en el mundo, ¡A confesión de partes relevo de pruebas!. Queda absolutamente claro quienes ganan y quienes pierden en las crisis. Aquí el enlace a la nota completa que nos muestra como gran parte de ese 1% procede para generar la a estas alturas la  intolerable desigualdad (https://tda.latinmoney.net/como-usar-la-crisis-para-volverte-mas-rico-mientras-que-otros-se-vuelven-mas-pobres/?fbclid=IwAR2PKDhPSKhnr2Al2S54ZpUGBoWN4-WevhjVwrj-D7M_ZqZbZik1KWJmeoM).

Por su parte, la web Inversor Global publica un artículo bajo el título “Especulación Inteligente”. En fin, muchos son los ejemplos a través de los cuales podemos afirmar que la matriz del paradigma hoy dominante se basa en la especulación y que su palabra “mágica” es éxito. Si algo caracteriza a este sistema de ideas, es su tendencia a “ir por todo”, y el fútbol no ha quedado ajeno. Como todo lo que toca, lo transformó en un negocio regido por su lógica y sus valores, basados en el lucro a cualquier precio y un despiadado individualismo. 

En nombre de la especulación, que sin duda alguna ha demostrado ser el arma más eficaz para enriquecerse en el marco del neo-liberalismo imperante, nos han vendido la idea de equipos “inteligentes”, capaces de controlar todo lo que sucede en noventa minutos. En nombre del “pragmatismo”, nos han vendido sistemas de estadísticas tan absurdas como descontextualizadas del juego, a través de las cuales intentan demostrar “científicamente”, que el fútbol  se puede programar, medir y calcular. Tan lejos se ha llegado en el tributo a la conducta especulativa, que a aquellos conjuntos que a ella se encomiendan, se les atribuye el poder de “cerrar partidos”, aún no habiendo los mismos llegado a su fin. Todo éste ideario, claro está, responde a las leyes del sistema. Y cuando alguien osa en desafiarlo, inmediatamente aparece la estigmatización: “líricos”, “románticos” e  “ingenuos”, son los calificativos empleados para referirse a quienes, sabedores de que siendo tres los resultados posibles, no existe la fórmula mágica que permita asegurar el triunfo, que el azar juega su parte, y la mejor manera de convivir con la incertidumbre que ello acarrea, es justamente la búsqueda de aquello que más se emparenta con el espectáculo: jugar bien.

¿Y que es jugar bien?, se preguntan algunos. Para dar respuesta a dicho interrogante, y siguiendo la idea de que no existe mejor manual de táctica que el reglamento, podemos partir de un concepto expresado por Johan Cruyff, quien con la simpleza que lo caracterizaba decía: “si tu tienes el balón, el rival no lo tiene”.  De tal aseveración podemos deducir que no existe, por reglamento, manera más eficiente (el fútbol bien jugado está siempre ligado a la eficacia) de evitar la caída de nuestro arco que conservar el balón el mayor tiempo posible.

Sin embargo, y a pesar de los argumentos lógicos que dan sentido a la importancia de atesorar la pelota incluso como recurso defensivo, aquellos cuyas rimas interna simpatizan con la especulación, y que como ya se dijo también lo hacen, ya sea como parte interesada o manipulada, con los valores del sistema, prefieren instalar la idea de que “la posesión no es importante”. El último mundial (obviamente, con resultados puestos), fue un gran ejemplo de ello: los diarios “especializados” inundaron sus columnas de opinión, echando mano a las descontextualizadas  estadísticas, en la búsqueda obstinada de legitimar su tendenciosa hipótesis. Todo valía con tal de demostrar que ese tiki-tiki era cosa de perdedores.

Sucede que para conservar el balón de manera inteligente, resulta necesario dominar las tres bases fundamentales del juego: espacio tiempo y engaño. La pelota tendrá más y mejores oportunidades de permanecer en nuestro poder, en la medida que seamos capaces de crear espacios lo suficientemente amplios para permitir su circulación, y al mismo tiempo mantener conectados a nuestros jugadores. El rival puede condicionarnos, a partir de su estrategia, la longitud de nuestro espacio útil en vertical, pero jamás la amplitud del mismo a lo ancho del campo. Los 70mts siempre están disponibles.

Para  crear los espacios que permitan disfrutar jugando con la efectiva táctica de perder el balón lo menos posible y desde allí ejercer el control de las acciones, es inexorablemente necesario “salir a pasear” lejos del arco propio, algo que en si mismo implica un riesgo; y tanto el goce como el riesgo no son prioridad para los especuladores. Para ellos el placer solo se encuentra en el resultado (“el que quiera ver espectáculo que vaya al teatro, suelen decir”), y mientras éste les favorece, no están dispuestos a jugar. La historia da fe que muchos equipos han conseguido ganar apelando a esta negación del juego que implica la especulación: el fútbol es tan generoso que acepta miles de interpretaciones posibles, pero vale también decir que las voces cantantes del resultadismo olvidan hacer mención a los muchos que perdieron. Poco es lo que se ha escuchado decir de la final Europea perdida por Atlético Madrid ante Real Madrid, sobre la hora y con un gol de pelota parada (si, los “pragmáticos” que todo lo controlan también reciben goles por esa vía).

Tampoco serán muy recordados todos los “méritos” que Gremio de Porto Alegre hizo para perder en casa  esta semifinal de Copa Libertadores ante River, decidiendo no jugar. Nadie se acordará del poco compromiso de sus delanteros para defender (una de las cuatro fases del juego, tan necesaria como las otras tres), de la forma en que sus futbolistas se sacaban la pelota de encima, de su incapacidad para generar contraataques llegando con varios hombres al área contraria, ni mucho menos de su porcentaje de posesión de pelota, estadística que como todas las demás, por si misma no dice nada, pero a la que de la misma forma en que se la trae a colación en la derrota de equipos propositivos, debería hacerse mención cuando la moneda cae del otro lado, pero que sin embargo resulta en estos casos omitida.  

Seguramente los elogios recaerán sobre Marcelo Gallardo, a pesar de que su equipo, como tantas otras veces, obtiene mayor recompensa en el resultado (y en las vitrinas) de lo que produce en la cancha. ¿Y los futbolistas?, ¿No juegan acaso también?. ¿Puede “ganar partidos” alguien que no pasa la pelota, no gambetea ni remata?. Sin ninguna duda que un entrenador es sumamente importante en la estructura de un equipo de fútbol, es quien define la idea, pero nunca se debe olvidar que quienes pierden y ganan los partidos son los futbolistas, que a diferencia de los de play-station, son seres humanos con genes, cultura y aprendizajes previos que los dotan de autonomía al momento de decidir y ejecutar. Particularmente, y por más que los resultados me muestren lo contrario, jamás he podido descifrar cual es la idea de Gallardo. Pero gana, y en este fútbol que premia la especulación (des)inteligente eso es lo único que cuenta, obviamente hasta que, como a todos, le toque perder.  Mientras tanto seguiremos asistiendo a ver como los dueños del negocio continúan hipertrofiando a sus superhéroes y sus villanos, empalagándonos con sus historietas llenas de “épica” ,“mistica”, suspenso y tribuneras emociones, ya que como el millonario Kiyosaky ellos también “juegan el juego del banco”.  


Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.
ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO